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Una extinción directamente causada por los humanos’: la vaquita marina

The New York Times / El Discurso
Lunes, 08 de Mayo de 2017

El camino a la extinción de la marsopa ha estado marcado por esfuerzos de conservación inconsistentes por parte de gobiernos y conservacionistas.       ver galería

Esta no era la primera vez que Robert Brownell Jr. había visto a una vaquita marina muerta. Pero bien podría ser una de las últimas de esa especie rara y en peligro de extinción. El animal yacía en la mesa para autopsias en el zoológico de Tijuana el lunes; el martes otro de los especímenes fue hallado muerto.

Brownell, científico sénior de la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional (NOAA, por su sigla en inglés), podría considerarse uno de los descubridores de la marsopa: en 1966 halló el primer espécimen muerto y completo. La vaquita es el integrante más pequeño de los cetáceos, que incluyen a las ballenas y los delfines, y uno de los más recientes en ser reconocidos como parte de esa familia animal por la ciencia.

Ahora todo indica que está por extinguirse.

El Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (CIRVA), un pánel bilateral de alto nivel compuesto por científicos mexicanos y estadounidenses, se encuentra reunido esta semana y se espera que anuncie que los esfuerzos para salvar a la especie han fracasado y que quedan menos de diez vaquitas. Eso significaría que la única esperanza para la recuperación del animal es capturar a las que siguen vivas, si es que todavía las hay.

Algunos de los científicos creen que, si acaso, hay dos o tres vaquitas marinas y que las dos halladas muertas recientemente —incluida la que estaba sobre la mesa para autopsias en Tijuana— podrían haber sido las últimas. Aunque tendrán que pasar años para poder confirmar el dato.

El camino a la extinción de la marsopa ha estado marcado por esfuerzos de conservación inconsistentes por parte de gobiernos y conservacionistas en ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos, así como por traficantes de partes de animales en peligro de extinción y de pescadores sin escrúpulos.

El mayor problema es la demanda china de la vejiga del pez totoaba, que habita en la misma zona que la vaquita, al extremo norte del golfo de Baja California, México. Los científicos mexicanos señalan que la demanda china es tal que los precios por esas vejigas, vendidas tras ser secadas como remedio homeopático con presuntos poderes medicinales, se acercan a los de la cocaína: casi 10.000 dólares por kilo.

Funcionarios mexicanos y otros funcionarios del CIRVA dicen que los carteles de narcotráfico incluso se han sumado a la venta por las altas ganancias… y porque ningún pescador ha sido detenido por traficar las vejigas.

Las redes que se usan para pescar al totoaba atrapan también a las vaquitas, con consecuencias devastadoras. Las autoridades mexicanas han prohibido el uso de esas redes e incluso le han pagado a algunos pescadores para que no ronden el hábitat de la vaquita, pero esos esfuerzos no han rendido frutos.

Los resultados de la autopsia en el zoológico de Tijuana eran claros. La hembra de un año de edad medía poco más de un metro, tenía las marcas de la red de pesca en su lomo izquierdo —cuadros de quince centímetros sobre su piel— y el lado derecho de su cuerpo estaba despellejado, probablemente por haber luchado por librarse de la red. Con dificultad se asemejaba a aquella imagen de la vaquita como “el panda sonriente del mar”.

El espécimen fue apodado PS7, porque era la séptima vaquita encontrada muerta desde un estudio realizado el año pasado que encontró que solo quedaban 30 de los animales. Esas siete marsopas probablemente son solo una fracción de las que han muerto, según los científicos.

Y el martes fue hallada la vaquita PS8. Fue arrastrada por la corriente hacia una playa al norte del golfo de California.

Ningún cetáceo o mamífero de gran tamaño ha quedado extinto desde que el delfín del río Yangtsé desapareció en 2006. “Siempre pensamos que lo que sucedió en China no pasaría aquí”, dijo Frances Gulland, la veterinaria que llevó a cabo la autopsia del PS7 e integrante de la Comisión de Mamíferos Marinos del gobierno estadounidense. “Tenemos a todos estos expertos y científicos, tenemos todo; pensamos que no pasaría, que podíamos arreglar el problema”.

Los integrantes de la comisión, preocupados por las muertes de las vaquitas, pusieron artefactos de localización acústica a principios del año en zonas donde habían sido registrados los animales en 2016. Todo fue hecho con discreción por el temor de que los pescadores destruyeran los aparatos. Estos recogen datos de ecolocalización a partir de los “clics” que usan los animales para navegar y comunicarse entre sí. Al analizar el volumen y compararlo al de años pasados, los científicos pueden estimar la cantidad de vaquitas que hay en la pequeña zona que sirve como su hábitat.

La Dra. Gulland dijo que los cálculos para febrero fueron de dos o tres animales activos. Desde entonces han sido hallados cuatro especímenes muertos: dos en marzo, uno de ellos descubierto por el grupo ambientalista Sociedad de Conservación Pastor del Mar, y PS7 y PS8 en la última semana de abril. “Puede que solo haya dos o tres animales”, dijo Gulland, y aunque sea posible que “se movieron o trasladaron por la temporada”, añadió, “fue suficiente para que dijéramos: ‘Mierda'”.

“Hay tantos ojos sobre el agua que es difícil imaginar que no hubiéramos descubierto a alguno”, añadió Brownell. Los grupos que monitorean la zona incluyen a ambientalistas como la Sociedad de Conservación, que gestiona dos barcos en el golfo de California, y la Marina de México.

De acuerdo con Barbara Taylor, bióloga marina de conservación e integrante del CIRVA, este comité para la recuperación planea aconsejar que las vaquitas que siguen vivas sean capturadas y puestas en un corral marino para su protección. Si es que es posible hallarlas.

“Es muy deprimente. Con la reunión queremos dejar claro que cualquier vaquita que no sea sacada de su peligroso hábitat probablemente morirá, y rápidamente. Es una situación desesperada”, dijo Taylor.

La extinción del animal es un tema sensible en México, donde el presidente Enrique Peña Nieto ha destacado la importancia de salvar a la marsopa. “Ha dicho que si solo hay una vaquita, tenemos que hacer todo lo que podamos”, dijo Lorenzo Rojas-Bracho, quien está a cargo del programa de conservación de mamíferos marinos del Instituto Nacional de Ecología de México. “Nunca deberías decir que es demasiado tarde”, añadió Rojas-Bracho. Otras especies han sido recuperadas aunque sus números hayan disminuido de manera drástica, indicó.

El camino de la marsopa hacia la posible desaparición se ha dado de manera exponencial, pese al aumento de los esfuerzos por protegerla. En 1997 los científicos habían contabilizado 567 vaquitas, cifra que cayó a 245 nueve años después. Para 2015 había 60 y al año siguiente solo quedaba la mitad.

Es tan difícil encontrar a una vaquita que posiblemente se extinga sin que la humanidad realmente la haya conocido. Ningún espécimen vivo ha sido capturado y, como viajan en pares y son pequeñas, monitorear y observar el comportamiento de la vaquita es difícil. Las hembras tienen un periodo de gestación de dos años y las más jóvenes tardan dos años en alcanzar la madurez sexual, por lo que remplazar a cada animal perdido tarda mucho tiempo. Las vaquitas ya dan muestra de una endogamia tan extrema que, según Taylor, “básicamente todas tienen el mismo apellido”.

La Dra. Gulland dijo que, si se extingue, la vaquita lo hará única y exclusivamente debido a la acción de los humanos, incluso cuando varios de ellos intentan salvarla desesperadamente. “Esta es una extinción directamente causada por los humanos”, dijo la veterinaria. “Si hay lección alguna aquí es que no podemos manejar a los humanos”.

Brownell añadió que todo muestra que los únicos ganadores serán los pescadores. “Piensan: ‘Ah, bueno, nos podemos deshacer de la última para seguir pescando'”.

Si es que todavía no sucede, los científicos lo quieren dejar claro: pasará pronto.

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