La textil de Chimalpopoca no participó en el simulacro
El Discurso
Viernes, 22 de Septiembre de 2017
Un día después, el viento elevaba nubes de polvo y bolitas de unicel, uno de los materiales utilizados para la construcción del edificio. Foto: PI / Octavio Nava
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El terror y los gritos de costureras, ayudantes, administrativos y directivos hicieron embudo en la escalera del edificio de Chimalpopoca y Bolívar, que trepidaba hacia el colapso de sus cuatro pisos.
Seguían aventándose y cayendo en los escalones. Ya en la madrugada saqué a una compañera fallecida, relató ayer, 24 horas después del terremoto, Fernando Chávez, empleado de New Fashion, una de las cuatro empresas que compartían el inmueble en una esquina de la populosa Obrera.
Ahí, la prioridad en el 32 aniversario del sismo de 1985, como todas las mañanas, era el negocio.
Todos sabían que habría un simulacro y a las 11 horas, cuando sonó la alerta sísmica, nadie dejó sus puestos. Dos horas y 14 minutos después, del centenar de empleados y directivos sólo salió, según el cálculo de ayer, una veintena.
No salimos y cuando comenzó el terremoto, se cayeron todos en la escalera, dijo Fernando.
Un día después, el viento elevaba nubes de polvo y bolitas de unicel, uno de los materiales utilizados para la construcción del edificio; las manos extraían en botes y carretillas bloques de concreto, tabiques, rollos de tela, varillas retorcidas, refacciones, televisiones, anaqueles, mamelucos, copas para sostén...
En el cuarto piso tenía sus oficinas y bodega New Fashion, del empresario de origen israelí Jaime Azkenazi, que se encontraba en su oficina al momento del sismo. Sus familiares se acercaron a la contigua escuela Simón Bolívar, por donde eran extraídos los despojos, a buscarlo.
En el tercero, una maquiladora de ropa femenina de empresarios de origen chino. Ahí se quedó el dueño, José Lee, narraron los trabajadores.
Un piso abajo, la bodega de juguetes ABC Toys, operada por coreanos; y en el siguiente, un estacionamiento, un expendio de refacciones para camiones a diésel y la tienda de ropa de una de las dos maquiladoras, Moda joven. La señora Elena, la de la tienda, salió primero.
El velador y su esposa, que compartían un cuarto en la azotea, fueron los primeros rescatados.
Del número 158 de Bolívar, en una unidad habitacional contigua a la primaria, se asoma Gerardo Soto: El edificio lo construyeron después del 85. Supuestamente tenía gatos hidráulicos.
Avanza el día y si bien la perspectiva oficial fue que sólo hasta la madrugada había posibilidad de encontrar personas vivas, entre los rescatistas, voluntarios, militares y policías federales persiste la esperanza del rescate.
Suena un silbato y de inmediato se levantan puños. Es la señal para guardar silencio, por si debajo del concreto y el acero puede escucharse un signo de vida.
Sólo se escucha el ronroneo de una generadora de electricidad y la tierra que cruje, pisada por las botas. Nada. Luego sigue el golpeteo sordo de los marros, las palas que raspan el suelo y el grito de una veintena de hombres que jalan una cuerda atada al fragmento de un castillo: “¡Uno, dos, tres…!”
La tarea se organiza por tandas de dos horas. Y se pide lo que urge: “¡Costales! ¡Botes! ¡Hacha! ¡Un hacha chiquita! ¡Diez marros…!”
A las 12:30 horas por fin se decide la entrada de la maquinaria pesada. Son dos grúas que, una vez cortada la losa del cuarto piso en fragmentos de cinco por cinco metros, elevan las piezas sobre los cables de energía eléctrica y las depositan sobre la calle Chimalpopoca. Ahí más brazos los rompen a golpe de marro y el cascajo se traslada en camiones de volteo.
La comida abunda desde el martes: arroz, chicharrón en salsa verde, carnitas, mole, tortas, pizza…
La calle que lleva el nombre del Libertador huele a guiso y a sudor. Miles de garrafones y botellas de agua se concentran a lo largo de Bolívar y tres cruces: Fray Servando, Chimalpopoca y Lucas Alamán.
Un chico preparatoriano ofrece: ¿Una tortita para la fuerza?
A las 19:10 finalmente es encontrado un cuerpo.
Humberto Estrada Gigio, que ya fue topo el 19 de septiembre de 1985 y viene del derrumbe de Álvaro Obregón 286, en la colonia Roma, donde se logró el rescate de al menos 24 personas, dijo: No podemos con todo. No somos superhéroes.