Ejército, nuevo blanco de narcotraficantes mexicanos
Jennifer Loven/AP
Lunes, 14 de Mayo de 2007
Los carteles de la droga mexicanos están matando a militares en acciones osadas. Foto:AP
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Apatzingan, México. 14 de mayo. Munidos de poderoso armamento y acicateados por una campaña represiva a nivel nacional, los carteles de la droga mexicanos están matando a militares en acciones osadas que tienen como blanco a la única institución capaz de hacerles daño.
Los ataques diarios incluyen una emboscada en la que murieron cinco soldados este mes, la decapitación de un individuo cuya cabeza fue colocada el sábado frente a un cuartel militar acompañada de una nota con amenazas y el asesinato el lunes de un alto funcionario del servicio de inteligencia, baleado en la cara cuando se encontraba en su auto frente a su oficina en la ciudad de México.
Los mexicanos fueron conmocionados la semana pasada por imágenes televisivas en las que niños de un jardín de infantes escapaban del lugar en medio de una balacera entre soldados y traficantes que duró dos horas en esta pequeña ciudad de Michoacán, el estado del presidente Felipe Calderón.
Está claro que la intensificación de la campaña militar no ha hecho mermar las muertes derivadas de la guerra contra el narcotráfico. En lo que va del año ya ha habido unas mil muertes en tiroteos callejeros, decapitaciones y ejecuciones, según estadísticas del diario Universal. A este paso, para fin de año podría haber más de 2.000 muertos.
El constante derramamiento de sangre motivó un cambio de estrategia del gobierno de Calderón, quien en diciembre pasado envió más de 24.000 efectivos de la policía federal y el ejército para que retomasen el control de una zona que va desde las plantaciones de amapola de Michoacán hasta el balneario de Acapulco.
Ahora, además de reforzar la presencia militar en los pueblos de la zona, ordenó la creación de una fuerza militar de elite encargada de operaciones relámpago.
"No vamos a claudicar", declaró el secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna. "En los estados que tienen más violencia, ahí vamos a estar justo para enfrentar este fenómeno".
El narcotráfico genera ganancias astronómicas. Los analistas estiman que la venta de cocaína, marihuana, heroína y metanfetaminas en el mercado estadounidense producen entre 10.000 millones y 30.000 millones de dólares anuales, casi tanto como la industria petrolífera y el turismo. Las bandas de narcotraficantes también realizan robos, secuestros y extorsiones a comerciantes y emigrantes indocumentados que necesitan ayuda para cruzar la frontera con Estados Unidos ilegalmente.
El gobierno de Calderón afirma que su campaña está dando resultados y que más de mil pandilleros fueron detenidos, al tiempo que fueron quemadas grandes plantaciones de marihuana. Los traficantes son extraditados a Estados Unidos con mucha mayor celeridad que en el pasado y la policía hizo hace poco la confiscación de dinero más grande de la historia al hallar 207 millones de dólares escondidos en una mansión de la ciudad de México.
La agencia de lucha contra el narcotráfico estadounidense (DEA, según sus siglas en inglés), dice que es demasiado pronto como para juzgar el éxito de la campaña emprendida por el gobierno. La cantidad de confiscaciones realizadas en la frontera hace pensar que al tráfico de drogas puede haber aumentado en tiempos recientes. En los últimos seis meses hubo un incremento del 20% en las confiscaciones de cocaína y del 28% en las de marihuana en relación en el mismo período del año pasado.
Muchos mexicanos opinan que el ejército se siente desbordado por el narcotráfico.
"La guerra contra las drogas de Calderón ha sido una gran decepción para nosotros", dijo Pedro Ortega, médico de Aguililla, pueblo agrícola de Michoacán en el que florece el tráfico de drogas. "La realidad es que tenemos miedo de salir de nuestras casas, tenemos miedo de que le pueda pasar algo a nuestros niños".
Los índices de aprobación de Calderón siguen siendo altos, del 68% según una reciente encuesta de Ipsos-BIMSA. Pero el 40% responsabiliza a la presencia militar por el aumento de la violencia y un 36% estima que los narcotraficantes están ganando, de acuerdo con un estudio nacional de 1.050 adultos realizado entre el 26 de abril y el 1ro de mayo, con un margen de error de 3,5 puntos de porcentaje.
Aguililla fue uno de los primeros pueblos en el que fueron emplazados soldados. Al principio se observaban caravanas de Humvees, helicópteros negros que sobrevolaban las casas a baja altura e inspecciones de autos en busca de armas. Pero los residentes afirman que la presencia militar disminuyó al poco tiempo y nuevamente se sienten indefensos.
"No hay gobierno. Rezamos a Dios para que nos cuide", expresó entre sollozos Soledad Lombera, una mujer de 60 años que enciende velas en un altar erigido en su casa tras la muerte de su hijo Francisco Alvez, quien apareció baleado y quemado en una hacienda vecina.
Igual que tantos otros pueblos de esta región en el corazón de la zona dominada por el narcotráfico, Aguililla es un pueblo difícil de controlar, al que se llega por caminos sinuosos, en los que los narcotraficantes mataron a 11 policías federales en emboscadas el año pasado. Por las noches, en la plaza central abundan los individuos armados que se desplazan en vehículos todo terreno y camionetas.
Los forasteros no son bien vistos. Un diario envió a varios periodistas a la zona para informar sobre las matanzas, pero grupos armados les ordenaron que se fuesen, según los periodistas, que hablaron a condición de no ser identificados por temor a represalias.
Siete periodistas fueron asesinados desde octubre y México es considerado el país más peligroso para el ejercicio de la profesión después de Irak.
El alcalde de Aguililla, Miguel Avila, dice que las campañas contra el narcotráfico no darán resultado mientras no se ofrezca a los mexicanos otras posibilidades de trabajo.
"Si no se deja a la gente ganar dinero de una manera, tienes que dejarlos ganarlo de otra. Todos los que compran drogas en Estados Unidos dan a la gente un gran incentivo para producirlas", señaló Avila.