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Conservador y neoliberal

El Discurso/Cubadebate/Brecha
Viernes, 04 de Septiembre de 2015

Donald Trump es un supermillonario que ha hecho una enorme fortuna con sus negocios de especulación inmobiliaria, Foto:PI/Ron Sachs       ver galería

Uno de los mayores problemas que tienen las democracias occidentales es la gran concentración de la riqueza y de las rentas en manos de sectores muy minoritarios de la población. Sectores que ejercen una enorme influencia en las instituciones representativas y en los grandes medios de comunicación, con el consiguiente deterioro de la calidad democrática en estas sociedades. En consecuencia, la información a la cual tiene acceso la ciudadanía es por lo general muy sesgada, además de deficiente.

Muchos estudios científicos han mostrado de una manera muy convincente y contundente que a mayor desigualdad en una sociedad menor es la calidad democrática de sus instituciones, y más limitada y sesgada es la información que la ciudadanía recibe.

Un ejemplo de ello es la cobertura mediática de las elecciones para designar a los integrantes del Congreso y la presidencia de Estados Unidos. Debido a la gran importancia que hoy juega ese país en la vida económica, financiera y política de todo el mundo occidental, es comprensible que estas elecciones pasen a ser noticia en los mayores medios de información. Pero esta cobertura mediática tiene, por lo general, un sesgo muy marcado a favor de unos candidatos a costa de otros. Un caso muy presente es la presentación mediática de dos de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Uno es el senador socialista Bernie Sanders (el único socialista de esa Cámara), que está atrayendo una gran atención popular, movilizando a la población y consiguiendo la presencia de grandes multitudes en sus actos políticos, nunca vistos en aquel país desde tiempos de Franklin Roosevelt.

En realidad, lo han llamado el nuevo Franklin Roosevelt por su discurso anti-establishment financiero y económico, que según él controla las instituciones políticas del país. Habla como ningún otro político en los últimos años. Sus propuestas encajan en la tradición socialdemócrata de orientación escandinava, enfatizando la enorme explotación que ejerce una minoría de aquel país sobre la mayoría de las clases populares, sobre todo la clase trabajadora (llamada errónea y comúnmente en la narrativa mediática “la clase media”). Y lo que es bastante único y nuevo es que se presenta, sin ningún rubor o tono defensivo, como socialista. Es interesante señalar que lo mismo hace en su estado de Vermont, donde ha sido elegido senador por muchos años, a pesar de ser un estado de orientación, en general, conservadora.

El otro candidato a la presidencia de Estados Unidos es el republicano Donald Trump, que se presenta también como anti-establishment, crítico del aparato y de la elite del Partido Republicano. Donald Trump es un supermillonario que ha hecho una enorme fortuna con sus negocios de especulación inmobiliaria, comprando a políticos para conseguir prebendas, de lo cual hace gala. Pertenece a la ultraderecha representativa del sector empresarial inmobiliario, corrupto hasta la médula, y le encanta ridiculizar lo que él considera “la opresión en la narrativa oficial del país de lo políticamente correcto”, menospreciando a todos los sectores (desde las mujeres hasta los afroamericanos e hispanos) que son discriminados en aquel país.

Es también profundamente contrario a los sindicatos, aunque parte de su fortuna (originada en sectores turísticos, como Las Vegas) es consecuencia de la superexplotación de sus trabajadores, muchos de ellos inmigrantes. En realidad, han sido estos inmigrantes los que han contribuido en gran manera a aumentar su riqueza proveniente de Las Vegas. Hoy uno de los conflictos mayores de aquella parte del país es el de los trabajadores de las empresas Trump que quieren sindicalizarse (véase Michelle Chen: “No Surprise: Trump Is a Union Buster at His Own Hotel”). Pues bien, Donald Trump, con su hipocresía extrema, ha hecho tema central de su campaña expulsar a todos los inmigrantes (que se consideran ilegales) de Estados Unidos, y también retirarle la nacionalidad automática a cualquier persona nacida en suelo estadounidense, negando la nacionalidad a los hijos de los inmigrantes ilegales.

Trump versus Sanders. Los dos candidatos han tenido un gran éxito en este período de la carrera electoral. Trump ha aumentado notoriamente su apoyo popular: de un 6 por ciento el 1 de julio a un 22 por ciento ahora. Pero Sanders le lleva la delantera (25 por ciento desde el 1 de julio) y ha crecido también notablemente desde esa fecha (de un 12,7 por ciento a un 25). En realidad el crecimiento de Sanders es incluso mayor, pues según las encuestas del primer estado que realiza la elección, New Hampshire, el socialista está por encima de Hillary Clinton, y a nivel nacional también supera a Trump. Y lo que es muy importante: Trump despierta mucha mayor oposición popular en los estadounidenses que Sanders. En realidad, este último es uno de los políticos que generan menos rechazo en la población.

Con base en estos datos sería esperable que Sanders tuviera igual o incluso mayor cobertura mediática que Trump, y, sin embargo, los medios están dando mucha mayor visibilidad a Trump que a Sanders. Así, la revista Fair (que analiza críticamente el sesgo conservador y neoliberal de los medios estadounidenses) indica que en los tres canales más importantes de la televisión estadounidense, Abc, Cbs y Nbc, por cada seis veces que aparece Trump, Sanders lo hace sólo una vez. El más sesgado a favor de Trump es, además de la cadena ultraconservadora Fox, el canal de la Cnn. En los mayores rotativos del país –The New York Times, The Washington Post, Wall Street Journal, Los Angeles Times, Usa Today– Trump es citado sistemáticamente de tres a cinco veces más frecuentemente que Sanders. Este sesgo es incluso más acentuado en España, donde los mayores medios de comunicación han dado gran cobertura a Trump y muy poca (en general nada) atención a Sanders. ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta es obvia. Trump no amenaza a la distribución de poder económico y financiero de Estados Unidos, Sanders sí.

(Tomado de Brecha)

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