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Violencia y narcotráfico en el cierre del Encuentro por una Cultura de Paz

El Discurso
Jueves, 12 de Octubre de 2017

La penúltima mesa se tituló No sólo las malas noticias son “buenas noticias” y trató el problema de la violencia como el tema más vendido en el periodismo. Foto: PI       ver galería

* El evento previo a la Feria Internacional del Libro en el Zócalo concluyó con una conversación entre dos destacados periodistas latinoamericanos: Héctor de Mauleón y Alberto Salcedo Ramos

* La penúltima mesa se tituló No sólo las malas noticias son “buenas noticias” y trató el problema de la violencia como el tema más vendido en el periodismo

El Encuentro Internacional de Periodismo por una Cultura de Paz cerró con una conversación entre dos destacados periodistas latinoamericanos: Héctor de Mauleón (México) y Alberto Salcedo Ramos (Colombia), quienes compartieron sus visiones y experiencias acerca de procesos semejantes que han vivido sus países en torno una guerra fallida contra el narcotráfico, la violencia exacerbada que trae ésta consigo y el papel del periodismo ante todo ello.

En la charla “Cultura y periodismo para alcanzar la paz”, moderada por el también periodista Jesús Alejo Santiago, el cronista y columnista Héctor de Mauleón comenzó por afirmar: “La función del periodismo no es alcanzar la paz, yo desconfío del periodismo que tiene otro fin que no sea el de informar; la función del periodismo es simplemente informar”.

En ese sentido, añadió que la guerra que vive México “es una guerra equivocada, me he metido a conocerla y sólo he encontrado horror tras horror”. En su opinión, contar ese horror “es mucho más efectivo enfrentarlo con una consigna: poder narrar de manera objetiva hace que haya una conciencia; esto es mejor que el periodismo militante”.

La guerra del narco en México, aseguró en la charla realizada en el Centro Cultural y de Visitantes El Rule la noche del miércoles 11, es una guerra al servicio de Estados Unidos que lo único que ha provocado es que “el dinero se quede allá y el horror aquí; ya van más de 220 mil muertes en los dos últimos sexenios, muertes que no tienen sentido si se piensa que esto se podría haber enfrentado con la legalización, para quitarle la fuente económica a los narcos”.

En todo ello coincidió plenamente Alberto Salcedo Ramos, periodista colombiano que ha cubierto los conflictos entre la guerrilla y el gobierno de Colombia en las últimas décadas. “No me gusta tampoco el periodismo de causa, el periodismo con apellido y tampoco me gusta ese periodista que no se sabe si es periodista o activista”.

En Colombia, indicó, “hemos tenido una guerra de más de 50 años con una guerrilla vieja, donde intervinieron varios actores que pisotearon los derechos humanos y cometieron atropellos contra la sociedad civil: no sólo el ejército y la guerrilla, sino los grupos paramilitares. Hablar de paz en otros países puede ser referirse a delincuencia común, en nuestro país en cambio se refería a un conflicto político militar entre una guerrilla y el gobierno”.

Durante muchos años, expresó Salcedo, este conflicto se cubría muy mal: a veces como un espectáculo o un recuento a menudo morboso de las situaciones de guerra, pero sin un contexto. “Era un periodismo que iba a lo urgente pero nunca a lo importante”. Ante ello, aseguró que “nuestra preocupación no es hacer la paz, tenemos que cubrir lo que hay y tratar de que la gente lo entienda”.

El periodismo, reiteró, “debe procurar un esfuerzo para entender y hacer que la gente entienda y a menudo vemos lo contrario: un periodismo frívolo que se queda en la epidermis y no trata de profundizar en las causas; a veces se va al lugar de un hecho y se narra éste sin haberlo entendido”.

En cuanto a la guerra contra el narcotráfico, coincidió en que “México y Colombia ya tienen asignado a nivel geopolítico internacional el papel de villanos: Estados Unidos pone las fosas nasales y nosotros ponemos los muertos, es una dinámica fatal que no nos lleva a ningún resultado. Tendría que legalizarse la droga para empezar a enfrentar esto”.

Finalmente, Salcedo dijo que el periodista debe recuperar la capacidad de empatía, de humanidad, “de oír a la gente, de salirse de la agenda del poder, del escándalo, de la farándula; la agenda que se produce desde el centro y sólo va a la periferia cuando hay una tragedia. Hay en definitiva la necesidad de hacer un periodismo que contribuya a que nos encontremos, a que nos entendamos”.

Malas y buenas noticias

La penúltima mesa del encuentro se tituló “No sólo las malas noticias son ‘buenas noticias’” y trató el problema de la violencia como el tema más vendido en el periodismo y cómo darle un giro con historias positivas. El Centro Cultural El Rule también fue la sede para tratar el tema a través de las experiencias de las periodistas Carina Pérez García y Daniela Rea, moderadas por Baltazar Domínguez.

Domínguez respondió que el morbo de los lectores es lo que impulsa la publicación de noticias sobre violencia. Consideró que es responsabilidad de los periodistas brindar información que haga pensar al lector y darle un giro a estas historias para poder alcanzar una cultura de paz.

La oaxaqueña Carina Pérez García agregó que, en su comunidad, cuando pasan los voceros, muestran la plana policiaca porque el periódico se sigue vendiendo gracias a la nota roja, de acuerdo con estudios de mercadotecnia de NVI Noticias. Sin embargo, las notas sobre cultura se han ganado un espacio en las planas de información general, lo cual ayuda a reducir las notas rojas.

La integrante de la Red Periodistas de a Pie Daniela Rea añadió que los periodistas deben buscar y contar las historias esperanzadoras que se ocultan detrás de los temas violentos. Una manera de poder acercarse a ellas es complejizando los reportajes, es decir, no quedarse con lo obvio ni quedarse con la perspectiva de “buenos contra malos”.

Pérez García planteó la idea de narrar las notas de cultura y de las historias esperanzadoras de manera atractiva puede ser una forma de acercar al lector a la cultura de paz en el periodismo. A ello, Rea consideró que se debe de usar con precaución la belleza de las palabras, para evitar “hacer estética de la violencia”, es decir, evitar hacer atractiva la violencia.

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