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Morenatti: Si dudo, primero suelo hacer la foto y luego apelo a la ética

El Discurso / EFE
Lunes, 04 de Abril de 2016

La exposición “Violencia de género” reúne 15 fotografías desgarradoras, con las que Emilio Morenatti quiere denunciar las agresiones con ácido sufridas por muchas mujeres pakistaníes.       ver galería

Un secuestro en Gaza o la pérdida de un pie en Afganistán no han hecho que Emilio Morenatti haya dejado de cubrir conflictos. Es uno de los fotoperiodistas españoles con mayor proyección internacional y afirma que, ante cualquier duda a la hora de disparar su cámara, primero hace la foto y luego apela a la ética.

Este jerezano nacido en Zaragoza cuenta, en una entrevista con Efe, que uno no llega a acostumbrarse a la tragedia y al dolor y reconoce que ahora, quizá por su condición de padre, sufre "más que antes" y siente que sería "mucho más duro" hacer algunas de las fotos que tomó hace años.

Después de una década trabajando en la delegación de Efe en Sevilla, en 2004 es contratado por Associated Press (AP), donde sigue actualmente. Su primera cobertura para la agencia estadounidense como el único fotógrafo extranjero empotrado durante un año en distintas misiones en Afganistán marcaría el rumbo de su carrera.

PREGUNTA: Recientemente, ha recibido el Premio de la Comunicación de la Asociación de la Prensa de Sevilla. ¿Un profesional curtido en guerras valora un galardón o es algo que ya le roza solo de refilón?

RESPUESTA: He recibido este premio con mucha emoción, porque viene de antiguos compañeros con los que crecí profesionalmente y con los que compartí mas de 10 años de profesión en Sevilla. Le debo mucho a esa escuela de fotoperiodistas que tanto me enseñaron. He sentido el cariño de todo esos compañeros y es algo que me ha emocionado mucho y jamás olvidaré.

P: Empezó su carrera de forma autodidacta con tan solo 19 años, ¿lo suyo es pura vocación?

R: Como diría el maestro Eduardo Abad, esto no es una profesión sino un oficio, donde hay que empezar de aprendiz. Yo continúo aprendiendo y aún me siento aprendiz de este apasionante oficio. No sé si es vocación, pero me siento muy afortunado por haber encontrado un trabajo que se adapta a mi personalidad como la horma de mi zapato.

P: En sus comienzos fotografió la cornada mortal al banderillero Manuel Montoliu. ¿Fue un antes y un después en su carrera?

R: Esa foto me dio el Premio Andalucía de Periodismo y apuntaló mi carrera asentando un poco más mi posición en Efe. Pero nunca olvidaré que fue un golpe de suerte lo que me ayudó a hacerla.

Montoliu fue corneado a escasos metros de donde estábamos los fotógrafos y a mí no me dio tiempo a cambiar a una lente corta por lo que me la tuve que jugar con el teleobjetivo. Salió bien, en lugar de una foto más general, como la que tomaron el resto de fotógrafos, obtuve todo el detalle de la cornada mortal.

P: ¿Hay que prepararse mentalmente para pasar de fotografiar eventos lúdicos y deportivos -como la Expo de Sevilla o las Olimpiadas de Sidney, en su caso- a captar las caras más trágicas de las guerras?

R: Manuel Pérez Barriopedro solía decir que un fotógrafo ha de saber pasar de llorar a reír en décimas de segundo. Eso puede ayudar al fotógrafo a sobrellevar la tragedia y los desastres que pueda presenciar.

Un periodista traumatizado no es capaz de desempeñar su misión como informador correctamente; por lo tanto, más que la preparación mental es importante tratar de dejar atrás esas tragedias y saber desconectar para poder afrontar la siguiente cobertura.

P: ¿Qué cobertura le ha marcado más?

R: Recuerdo la primera vez que llegué enviado por AP a Kabul para vivir allí durante un año. Esos primeros meses, empotrado en misiones por el desierto con diferentes ejércitos de la coalición o cubriendo ataques talibanes, fue una etapa muy intensa. Ser el único fotógrafo extranjero en todo el país fue toda una experiencia que me marcó y que marcaría también el rumbo de mi carrera.

P: ¿Se llega uno a acostumbrar a la guerra y al dolor?

R: En mi caso no; me siento cada vez más sensibilizado con la tragedia y el dolor ajeno, especialmente cuando implica a niños. Quizás sea por mi condición de padre, pero ahora sufro mucho más que antes. A veces, cuando veo fotos de hace años, siento que me sería mucho más duro hacerlas ahora.

P: ¿Se arrepiente de alguna foto que ha tomado o de alguna que no hizo?

R: Ante cualquier duda, primero suelo hacer la foto y luego suelo apelar a la ética o consultar con mis compañeros o mis jefes para decidir si esa imagen se envía o no a los periódicos. En ocasiones, he decidido no enviar ciertas fotos, porque incumplen los estándares de ética que impone la agencia y yo mismo, pero son ocasiones muy puntuales.

P: ¿Se considera un fotógrafo de agencia?

R: Sólo he trabajado para agencias en estos casi 30 años de profesión. No sé si podría trabajar para una publicación fija.

P: ¿Qué ventajas e inconvenientes tiene trabajar para una agencia en lugar de hacerlo en una publicación fija?

R: La principal ventaja es que el fotógrafo dispone de un mayor escaparate para publicar. En el caso de AP, decenas de periódicos abonados a nuestro servicio podrían llegar a coincidir en publicar la misma foto y ser portada en numerosos periódicos simultáneamente.

En contraposición, el fotógrafo de agencia está obligado a una mayor versatilidad y tiene que ofrecer una gran diversidad de imágenes para que el periódico pueda elegir la imagen que más le interesa. El fotógrafo de periódicos puede, sin embargo, centrarse exclusivamente en la línea editorial de su publicación focalizando sólo en lo que el periódico está interesado.

Otra ventaja podría ser los recursos de los que dispone una gran agencia. En la mayoría de los casos, un solo periódico no puede afrontar los gastos que supone enviar a sus corresponsales a zonas de conflicto; en cambio, una agencia puede hacer un mayor despliegue de medios técnicos y humanos.

P: Ha recorrido el mundo con su cámara. ¿A qué países no volvería?

R: Hay lugares donde ya no puedo volver debido a un riesgo potencial de secuestros, y eso es una lástima, porque se está dejando de informar en lugares donde es esencial hacerlo. Pensando en lugares donde no volvería, si no se hubiesen vuelto extremadamente peligrosos para occidentales, no se me ocurre ninguno.

P: ¿Habrá siempre fotoperiodistas valientes que no dejen de ir a las zonas de conflicto, pese a que los medios cada vez se retraen más por los peligros y el coste que supone y apuestan por comunicadores locales a través de blogueros y las redes sociales?

R: Quiero pensar que seguirán existiendo esos periodistas valientes como Javier Espinosa, Ricardo García Vilanova y otros tantos, a pesar de que cada vez escasean más. Actualmente, conozco compañeros que siguen entrando y saliendo de Siria, Libia, Yemen, Pakistán, Afganistán, etc.

Algunos van incluso por su cuenta y carecen de cualquier apoyo logístico o económico por parte de cualquier medio de comunicación; incluso han de poner dinero de sus bolsillos para informar.

Por otra parte, muchos de los medios que antes mandaban a sus reporteros a informar de los conflictos han dejado de hacerlo por miedo a los secuestros y por falta de financiación. Apostar por comunicadores locales es más barato y menos arriesgado para el periodista occidental, pero se puede llegar a pagar un precio altísimo en la calidad y la imparcialidad de la comunicación.

P: Ha estado secuestrado en Gaza (2006), herido de gravedad en Afganistán (2009)... ¿Le ha merecido y le merece la pena estos grandes sufrimientos?

R: Es un trabajo de riesgos, y eso lo he asumido desde el principio. Siento que he vivido intensamente gracias a mi profesión y no lo cambiaría a pesar del precio pagado.

Por Raquel de Blas.

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