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Jorge Ibargüengoitia, el cronista rebelde de una generación

El Discurso
Martes, 22 de Enero de 2013

Su genio sigue más vigente que nunca, visible en obras como Los relámpagos de agosto. Foto: Jorge Ibargüengoitia       ver galería

Hace 85 años, para ser precisos un 22 de enero de 1928, nació en la ciudad de Guanajuato una de las plumas más originales y cuya tinta siempre fue el sentido del humor, la de Jorge Ibargüengoitia.

Su genio sigue más vigente que nunca, visible en obras como Los relámpagos de agosto, Maten al León o Instrucciones para vivir en México, entre otras, las cuales retratan como pocos lo han hecho la idiosincrasia del mexicano.

Su trabajo abarcó tanto el cuento como la novela, la dramaturgia, artículos periodísticos e incluso relatos para niños.

El escritor Juan Villoro escribió que Ibargüengoitia “fue el cronista rebelde de una nación avergonzada de su intimidad e incapaz de ver en su historia otra cosa que próceres de bronce. Para el escritor guanajuatense, los héroes no se forjan en el cumplimiento del deber sino en los avatares de su muy humana condición…”

Su labor periodística fue recopilada en Instrucciones para vivir en México, editorial Joaquín Mortíz, título que deja de manifiesto que sus observaciones siguen vigentes, a pesar su fallecimiento acaecido en Madrid en 1983. La política, la burocracia, el uso del claxon, la muerte, la evolución del taco y la torta compuesta, son algunos de los temas que Jorge Ibargüengoitia trató en los varios artículos que escribió para la revista Vuelta y para el periódico Excélsior.

Por ejemplo, en el texto “El claxon y el hombre. ¿Hablando se entiende la gente?” señala la forma en que el mexicano utiliza esta herramienta del automóvil para dar a conocer su “estilo”, relata el incidente que tuvo Ibargüengoitia con un señor que hacía un uso insistente del claxon para sacar el estrés de su vida cotidiana.

En “El Arauca vibrador. Psicoanálisis del que abusa del claxon” continúa tratando el tema y explica: “El defecto de los claxons radica precisamente en la característica que estimula su uso, y es la siguiente: el lenguaje del claxon es rudimentario e impersonal, pero estridente; y no es posible ignorarlo, igual que el llanto de un niño.

“Así como es mucho más fácil dar un berrido que exponer un razonamiento, es mucho más fácil tocar el claxon que averiguar las razones que impulsan a uno a tocarlo y hacer una evaluación de las probabilidades de que el acto consiga el efecto deseado.”

El humor de Jorge Ibargüengoitia siempre fue un sello característico de su obra, algo que el mismo autor comentó en alguna ocasión: “Yo creo que he sido un escritor cómico, pero no soy burlón. La burla supone algo de odio o de crueldad, o de desprecio. Generalmente trato de escribir sobre algo que me produce cierta simpatía”.

La comida fue un asunto que también analizó, es así que en la entrega “Tecnología Mexicana. Evolución del taco y de la torta compuesta” relata la “historia” de estos manjares de la gastronomía mexicana y su impacto en nuestra sociedad, incluso califica al taco sudado como el “Volkswagen de los tacos: algo práctico, bueno y económico”.

La vocación de escritor de Ibargüengoitia le llegó por un encuentro accidental con una puesta en escena de Salvador Novo que le hizo dejar la carrera de ingeniería, impuesta por las mujeres de su familia, para ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en donde estudió bajo la tutela del dramaturgo Rodolfo Usigli.

Aunque su primera obra de teatro, Susana y sus jóvenes, tuvo éxito fue la novela el género que le dio mayor satisfacción ya que sentía que no debía convencer a nadie más que al lector sobre la calidad de su trabajo.

En sus escritos para la prensa dejó ver que la vida diaria era una aventura absoluta, como lo hace notar en “Malos hábitos. Levantarse temprano”: “Los que se levantan temprano a fuerzas constituyen un grupo social de descontentos, en donde se gestarían revoluciones si sus miembros no tuvieran la tendencia a quedarse dormidos con cualquier pretexto y en cualquier postura. En vez de revolucionar, gruñen y dicen que el destino les hizo trampa”.

Ibargüengoitia para niños

“Era un hombre fundamentalmente alegre: llevaba un sol adentro. Jorge era agudo, dulce y alegre”, indicó Joy Laville, quien fuera la esposa de Jorge Ibargüengoitia, en la revista Vuelta de marzo de 1985.

No es de extrañar que el entusiasmo que le caracterizaba lo compartiera con un público lector muy exigente: los niños. Es así que en cuentos como Cuento de los hermanos Pinzones y en El niño Triclinio y la bella Dorotea entregó historias entrañables salpicadas de humor y con pequeñas moralejas.

El Fondo de Cultura Económica publicó El ratón del supermercado y… otros cuentos (2005) y El niño Triclinio y la bella Dorotea (2008), ambos ilustrados por el caricaturista Magú.

El humor que no desaparece

Jorge Ibargüengoitia habló de sí mismo: “La labor del humorista —ese soy yo, según parece—, me dicen, es como la de la avispa —siendo el público la vaca— y consiste en aguijonear al público y provocarle una indignación, hasta que se vea obligado a salir de la pasividad en que vive y exigir sus derechos […]”.

En vida Ibargüengoitia logró importantes reconocimientos y premios como el Premio Novela México y Premio Casa de las Américas, entre otros. Entre sus obras se encuentran Los relámpagos de agosto, La ley de Herodes, Maten al león, Estas ruinas que ves, Las muertas, Dos crímenes, Los pasos de López, Susana y los jóvenes, Clotilde en su casa, La lucha con el ángel, Tres piezas en un acto, El atentado y Viajes en la América ignota, entre otros.

En 1983 le llegó una invitación para un encuentro de escritores en Colombia, al que no pudo asistir porque falleció en el aeropuerto de Madrid en un accidente aéreo. Sus restos descansan en Antillón, ciudad de Guanajuato, bajo una placa de talavera que dice: “Aquí yace Jorge Ibargüengoitia, en el parque de su tatarabuelo, quien luchó contra los franceses.”

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