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Intervienen mural histórico del templo de San Bernardino de Siena

El Discurso
Lunes, 07 de Marzo de 2016

En la obra de 84 metros cuadrados, ubicada en el ábside, se observan tres capas pictóricas discontinuas que muestran distintos diseños formales. Foto: PI / INAH       ver galería

* En la obra de 84 metros cuadrados, ubicada en el ábside, se observan tres capas pictóricas discontinuas que muestran distintos diseños formales

* La pintura fue sometida a limpieza y estabilización por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia

Un mural del Templo de San Bernardino de Siena en Xochimilco, en el que aún se aprecian fragmentos de tres diferentes tipos de diseños pictóricos creados entre los siglos XVII y XIX, fue descubierto e intervenido de modo emergente por expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Cuando los especialistas desmontaron las pinturas del retablo principal para intervenirlas, descubrieron que detrás de la pieza se escondía el mural de 84 metros cuadrados en el sector oriente del templo. Sus tres capas pictóricas dan cuenta de las distintas decoraciones que tuvo el ábside entre los siglos XVII y XIX. La más antigua representa unos sillares, la segunda muestra a frailes franciscanos y la tercera simula un cortinaje con decoraciones florales y vegetales.

“La primera capa data de finales del siglo XVI y principios del XVII. Es bicroma, gris y blanca, y muestra sillares esgrafiados distribuidos a lo largo del muro. La intermedia es de la primera mitad del XVII, lo cual se sabe por la identificación de un pigmento, y tiene tres frailes enmarcados cada uno con un cordón. La tercera data de finales del siglo XVIII o principios del XIX, dato obtenido por los colores utilizados y el diseño más tardío: simula cortinajes con grandes moños y guías de elementos vegetales y florales”, dijo Claudia Salgado, responsable del proyecto junto con el restaurador Juan Manuel Rocha.

La perito de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) precisó que, aunque el trabajo de este bien inmueble por destino no estaba programado, se decidió restaurarlo y registrarlo. “El objetivo de la intervención fue estabilizar materialmente la pintura mural y tener la documentación exhaustiva de los diseños formales que se encontraron, así como de los materiales constitutivos y de la técnica de manufactura, con un registro gráfico y fotográfico muy detallado, ya que la pintura permanecerá oculta tras el retablo”.

La obra (temples y pintura a la cal) presentaba gran cantidad de polvo acumulado, deyecciones y escurrimiento de materiales constructivos, debido a que en los años 80 de la centuria pasada se trabajó en la bóveda, dañada por el terremoto de 1985. También se hallaron secciones intervenidas por gente inexperta. Así, para realizar el diagnóstico se efectuó una limpieza superficial.

Uno de los inconvenientes fue el espacio tan reducido que existe entre el ábside y la estructura metálica de refuerzo del retablo (80 centímetros en la parte más ancha y 40 cm en la más angosta) que limitaron la observación y su posterior intervención. Durante las 10 semanas de trabajo se contó con un andamio con características específicas para poder desarrollar los procesos.

Concluida la limpieza superficial, revisaron la capa pictórica con luz ultravioleta para identificar materiales agregados, porque a pesar de ubicarse en un lugar inaccesible tenía varios repintes.

Asimismo, se hizo un análisis con fluorescencia de rayos X para caracterizar los materiales constitutivos y proponer una asociación temporal de las capas pictóricas. También se recolectaron muestras parcialmente desprendidas con las que se realizaron estudios microquímicos y cortes estratigráficos para complementar la información de la superposición de estratos, las técnicas de manufactura y las paletas cromáticas. A partir de estos estudios se ha definido que la primera capa es una pintura a la cal y las otras son temples.

El mural presentaba una capa de suciedad y materiales ajenos depositados en su superficie que impedían su apreciación visual. En algunas zonas se registró la pérdida de cohesión en los aplanados y desprendimientos parciales de capa pictórica. Algunos fragmentos estaban pintados sobre un soporte de papel amate que se encontró desprendido y deformado.

La intervención consistió en remover la suciedad, recuperar la adhesión de la capa pictórica al soporte y consolidar zonas con disgregación de materiales constitutivos y oquedades, con lo que se concluyó la integración a nivel de soporte para garantizar la estabilidad material.

En cuanto a la intervención de las secciones de papel, una vez que fue identificado como amate virreinal reutilizado, se hicieron pruebas de fijativo y soluciones de limpieza con la finalidad de encontrar los materiales compatibles para eliminar el polvo, humectar y corregir el plano sin dañarlo.

Claudia Salgado indicó que, a pesar de que en los archivos históricos no se cuenta con registro de intervenciones anteriores, es evidente que la pintura está retocada. “Hay repintes, restos de productos consolidantes y correcciones con papel moderno; son trabajos no autorizados y suponemos que se realizaron después de 1998, porque en ese año se colocó una estructura de metal de refuerzo en la parte posterior del retablo que la comunidad ha utilizado para subir y tener contacto con la pintura.

“Muchas intervenciones contemporáneas se mantuvieron, porque representaban un riesgo mayor para la obra si se retiraban. Lo que se hará ahora es explicar a la comunidad que los trabajos en ese tipo de obras deben quedar a cargo de restauradores profesionales bajo la supervisión permanente del INAH.

“La información que recopilaron más de veinte especialistas a lo largo de su intervención servirá para hacer una publicación sobre la pintura mural; es la única forma de conocer sus características formales y materiales, porque por su ubicación es muy difícil acceder a ella”.

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