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Guillermo Arriaga rompe sequía de 18 años en la novela; regresa con Salvaje

El Discurso
Miercoles, 01 de Febrero de 2017

Arriaga es uno de los escritores de más éxito mediático y comercial, en parte por su larga y exitosa carrera en la industria del cine estadunidense.       ver galería

El narrador y guionista mexicano Guillermo Arriaga dedicó cinco años y medio, escribiendo una media de 16 horas diarias, para acabar Salvaje, su cuarta novela, que presentó en la capital española.

En esa obra, publicada por Alfaguara, recorre su infancia, la violencia soterrada y brutal que padeció en carne propia cuando vivía en la colonia Unidad Modelo en la Ciudad de México. Ahí entendió, siendo aún muy niño, que el mundo era áspero y violento, como lo expone con crudeza en esa historia.

Arriaga se preguntó, entre perplejo y abatido, ¿por qué Dios en lugar de erigirse en un puente se convierte en un pretexto para el asesinato y el crimen?

Oda a los animales

Nacido en la Ciudad de México, de 59 años, Arriaga es uno de los escritores de más éxito mediático y comercial, en parte por su larga y exitosa carrera en la industria del cine estadunidense.

Sin embargo, antes del séptimo arte Arriaga se dedicaba sobre todo a la literatura, a la escritura de novelas y cuentos. Con Salvaje rompe un silencio narrativo de 18 años, pues desde El búfalo de la noche (1999) no había vuelto al lenguaje novelístico, pero sí a los cuentos, como hizo en Retorno 201, en 2006, y a los guiones de cine, incluida su incursión como director de largometrajes.

En esta novela, como en las anteriores, hay escenas de mucha violencia, sufrimiento y dolor. La violencia y las peleas tienen consecuencias terribles, y lo peor es que la violencia puede surgir en cualquier momento y convertirse en una fuerza arrolladora que todo lo destruye, dijo en una conversación en la Casa de América de Madrid con el escritor español Arturo Pérez Reverte.

Arriaga es un cazador y defensor de esa práctica. Al respecto, advirtió: aunque parezca curioso, esta novela es una oda a los animales porque sólo éstos pueden ser ese vínculo profundo para alcanzar la esperanza.

Y en torno a la violencia y Dios, añadió: Hay un concepto que me inquieta desde hace mucho tiempo. No crecí en una familia especialmente religiosa y soy agnóstico, pero me pregunto, ¿por qué Dios, en lugar de erigirse en un puente se convierte en un pretexto para el asesinato, la intolerancia, la destrucción y el crimen en todas las religiones? Es Dios como pretexto para el mal. Y eso me parece terrible. El que no cree en Dios es enemigo de Él. Pero como leí en una pared de Auschwitz, si Dios existe se va a tener que poner de rodillas para tener mi perdón. Y eso sucede en esta novela.

Guillermo Arriaga también aseguró que el mundo y la vida son inmensos como para perder más el tiempo hablando y preocupándonos por un personaje como Donald Trump, quien lo único que quiere es atención, así que mejor no se la demos.

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