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González Rojo describe una metáfora de la vida

El Discurso
Viernes, 27 de Mayo de 2016

Enrique González Rojo estudió filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, es fundador de la UAM. Foto: PI / Antonio Oropeza / Archivo       ver galería

El ensayista, narrador y poeta Enrique González Rojo Arthur (CDMX, 1928) no llegó hasta la colonia Roma para explicar su libro más reciente.

En cambio, leyó sólo framentos de sus poemas, Hay cárceles de todos los tamaños. Pequeñas, medianas, grandes y hasta algunas de la extensión del mundo, leyó tan sólo unos fragmentos, después de dedicar una mirada satisfecha ante el auditorio que acudió a la presentación de la edición, que reúne dos de sus obras poéticas: Salir del laberinto y Empédocles.

Laberinto es cárcel, dijo Evodio Escalante. Laberinto como metáfora de la existencia, replicó Miguel Ángel Flores, ambos poetas que participaron a la cita literaria en la casa Rafael Galván, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), institución responsable de la publicación.

Cárceles bien equipadas, con sus baños, su cocina, su comedor, su altar y su sala de tortura, declamó por breves minutos al tomar la palabra en último turno. Hay cárceles en sintonía con los tiempos, con puertas y escaleras automáticas por donde sube y baja la modernidad.

Pilares de un quehacer

Enrique González Rojo estudió filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, es fundador de la UAM y a lo largo de su obra están presentes los pilares de su quehacer: la academia, la literatura, la filosofía y el compromiso político. Así fue presentado en la mesa del presídium por Fabiola Eunice Camacho.

Saco, chaleco y corbata, barba de sabio, elegancia que lo caracteriza, así acudió el autor de 87 años al auditorio en la colonia Roma. Una tarde abochornada que recibió la lectura de discursos preparados para comentar una obra que hace voltear los ojos hacia la antigua Grecia y la mitología.

Lo primero que leyó fue un fragmento de un poemario muy amplio, Salir del laberinto, habitado por Minos y Pasífae. Del segundo, Empédocles, aludió a un manual que aparece también en la obra de Borges, en el poemario con el nombre del pensador y político griego que vivió cuatro siglos antes de Cristo.

La palabra y el mito en la poesía de Enrique González Rojo, así tituló Evodio Escalante las páginas dedicadas al filósofo e intelectual crítico, quien ha publicado más de una decena de libros que tienen que ver con la teoría de la lucha de clases.

Pero de poesía, la que convocó la tarde del miércoles, también ha publicado numerosos libros. Un autor como González Rojo obliga a una torsión, a un proceso de adecuación, a una cuota de peaje que el lector debe cubrir si quiere continuar su paseo por el texto.

Escalante añadió que González Rojo muestra predilección por el arte de contar historias; gran parte de su poesía despliega sin el menor rubor cualidades narrativas que la aproximan, incluso la confunden con el relato, con el cuento de hadas y, a mayor decir, con el mito, como es el caso que nos ocupa.

En este libro, el viejo mito del laberinto de Creta, construido por Dédalo, donde Minos hizo encerrar al Minotauro, es reciclado por el poeta para hablar de los problemas que aquejan a la sociedad contemporánea. Podría asegurar que González Rojo comparte con su amigo y camarada José Revueltas esta obsesión por el mundo carcelario.

Dirían que una sociedad que necesita cárceles para mantener encerrados a los llamados delincuentes es ella misma una cárcel gigantesca, y tal vez invisible, que no deja de oprimirnos.

Mientras, Empédocles aparece como el álter ego nada velado del propio poeta: Patriarca del bien decir, se subía a la tribuna de la elocuencia para tutearse con el firmamento y tener en el paladar vocablos con sabor a infinito.

En su turno, economista de formación, Miguel Ángel Flores afirmó que el libro, que reúne dos poemas de González Rojo, está compuesto de cantos en los que los alaridos de tinta encienden un racimo de imágenes deslumbrantes.

Entramos voluntariamente en el laberinto y su salida nos enfrenta con la relectura del mito griego, fueron sus palabras.

El laberinto como metáfora de la existencia, un infierno en miniatura.

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