Exposición Resistencia y Memoria: una huella fresca del Horror
EL Discurso / Cubadebate
Martes, 29 de Diciembre de 2015
No hay morbo en las instantáneas de Moller: son un golpe seco, de textura áspera, arenosa. Foto: Jonathan "Jonas" Moller
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Daniel, un muchacho, en Quiché, Guatemala, metido hasta el cuello en un refugio contra bombardeos en el patio de su casa; un sobreviviente a la masacre de su comunidad en 1982 que encontró los cadáveres de sus vecinos devorados por los perros; un paraje desolado lleno de troncos de árboles derribados: el ejército obligó a campesinos mayas a deforestar para prevenir asentamientos guerrilleros. Eran árboles sagrados, debieron cortarlos so pena de su propia vida; pero no se atrevieron a moverlos del lugar y menos a usar la madera. Son historias de Perú, de Nicaragua, México, El Salvador, Guatemala, Argentina. Historias recientes, de huellas frescas que Jonathan Jonas Moller fue buscando con una cámara.
Trabajando como fotógrafo y activista en América Latina —principalmente Centroamérica— con organizaciones no gubernamentales de solidaridad y derechos humanos, conoció el drama de los desplazados internos, el desarraigo, las exhumaciones, la sobrevida al crimen atroz y masivo, a la maquinaria violenta y sistemática de regímenes militares en la región en los 80 y los 90. Y vio cómo la memoria histórica y la cultura se habían convertido en nichos de resistencia y afirmación, en asidero para seguir adelante después de la devastación, después del genocidio.
“Es bastante inusual encontrar un fotógrafo que logra tener esa calidad en la imagen y al mismo tiempo tanto compromiso como activista. La fotografía de los restos de un cadáver es algo que provocaría cualquier reacción menos la de que se está ante una imagen bella; pero puede encontrarse una belleza y es justamente ese atractivo visual el que quizás nos hace detenernos a leer el relato detrás de la imagen”, comenta Nelson Ramírez, director de la Fototeca de Cuba.
No hay morbo en las instantáneas de Moller: son un golpe seco, de textura áspera, arenosa, como la tierra en las manos curtidas sosteniendo la fotografía de la familia perdida, casi siempre los viejos guardando la imagen del hijo muerto o desaparecido, un hijo sindicalizado acaso, un hijo que dijo no alguna vez a los patrones intolerantes que no aceptan un no por respuesta.
“Espero que estos testimonios muestren la cara humana y digna de esta gente”, dijo el fotógrafo en su presentación.
La sangría indiscriminada del continente, las venas de las que hablara Galeano, no se han cerrado, no han cicatrizado las heridas. La más reciente de las 50 fotografías de “Resistencia y memoria” muestra un grafiti en México aludiendo a los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Los desaparecieron en 2014.