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Echan por tierra el "fin del Mundo" en el 2012

El Discurso
Miercoles, 06 de Junio de 2012

Erik Velásquez introdujo a los asistentes en algunos aspectos esenciales del calendario maya. Foto:PI       ver galería

¡Podemos dormir tranquilos!, concluyó de manera terminante el epigrafista Erik Velásquez, luego de exponer, ante un auditorio repleto en el Museo Nacional de Antropología y más de 6 mil cibernautas que lo siguieron en el portal Web del INAH, una serie de argumentos científicos que desde la interpretación de las inscripciones mayas, la etnohistoria y la astrofísica, desmienten que el 21 de diciembre de 2012 sucederá el “fin del mundo”.

Invitado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) a charlar sobre la supuesta profecía maya que, según la literatura New Age, derivará en un cataclismo o un “cambio de conciencia” de la humanidad para la fecha referida, el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, hizo hincapié en lo qué sí y no dicen los jeroglíficos de esta civilización al respecto.

El especialista reforzó sus tesis por la tarde de ayer, en el programa especial 13 Baktún. Tránsito de Venus frente al Sol, coproducción INAH-Canal 22, transmitido por la televisora del Conaculta, que alcanzó 0.2 puntos de rating, equivalente a 24 mil hogares/38 mil personas, y que fue visto además en diversas páginas Web por casi 55 mil visitantes.

Durante la conferencia matutina, en el Auditorio “Jaime Torres Bodet”, Velásquez señaló que esta cultura no fue un imperio unificado bajo un solo gobierno, sino un conjunto de ciudades Estado independientes que compartieron rasgos similares, prácticas y creencias que permiten agruparlos bajo el término maya, y cuyos antecedentes se remontan a 1000 a.C., hasta el día de hoy, pues se trata de una civilización viva con más de cinco millones de hablantes.

De manera sencilla y amena, Erik Velásquez introdujo a los asistentes en algunos aspectos esenciales del calendario maya, que así como el gregoriano, definido por el nacimiento de Cristo; en el maya se le llama Fecha Era, en la cual tuvo lugar la última de las sucesivas creaciones del mundo, acaecida en 13.0.0.0.0, 4 Ajaw 8 Kumk’u, que correspondería al 13 de agosto de 3114 a.C.

Lo que sucederá para el 21 de diciembre de este año, es que llegará a su término el décimo tercer bak’tun del calendario de cuenta larga, ya que esta cultura se regía por éste y, sobre todo, por el llamado tzolk’in o calendario ritual. Trece b’aak’tuunes conforman un ciclo de 5,125 años, una cifra determinada por la multiplicación de lapsos menores de tiempo, y en los que entran en juego dos números que permitían a los mayas realizar pronósticos de largo alcance: el 20 y el 13.

Sin embargo, dijo, tal fecha, que se encuentra consignada en el Monumento 6, de la Zona Arqueológica Tortuguero, en Tabasco, es sólo una de las miles de inscripciones jeroglíficas mayas que se conocen hasta ahora, y en ella únicamente se hace referencia a que concluirá dicho ciclo de 13 b’aak’tuunes, llegando al día 4 Ajaw 3 K’an k’iin (21 de diciembre de 2012), y le seguirá otro.

El texto jeroglífico, abundó el investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, menciona que el gobernante de Tortuguero, B’ahlam Ajaw, —quien reinó esa ciudad en el siglo VII d.C.— estará presente al final del décimo tercer bak’tun, el 21 de diciembre de 2012 d.C., conectando así el inicio de la era en curso (4 Ajaw 8 Kumk’u) con su reflejo en el futuro.

La mención en la misma inscripción de la deidad Balun Yokte’, que fue uno de los siete dioses reunidos en la ordenación del mundo, indica su vez que para la elite de Tortuguero era evidente que debía prepararse el terreno para el retorno de la divinidad, y donde el soberano B’ahlam Ajaw, sería el anfitrión de su investidura.

Velásquez García sostuvo que “los mayas siempre estaban pensando en sus propios problemas, en las necesidades propias de una sociedad basada en la agricultura. De modo que todo lo que escribió B’ahlam Ajaw hay que interpretarlo en ese sentido, como acontecimientos para darle relevancia a la consagración de su templo, que tuvo lugar en 669 d.C.”.

Por ejemplo, mencionó, en el panel oeste del Templo de las Inscripciones de Palenque, Chiapas, la narrativa referente a la vida del gobernante Pakal II se proyecta miles de años hacia el futuro, hasta la terminación de un pictun (equivalente a 7,885 años, aprox.), en una fecha posterior al año 4000 de nuestra era.

Más aún, añadió el epigrafista, el reciente hallazgo de una serie de jeroglíficos pintados en lo que fue la habitación de un posible sacerdote maya en la ciudad de Uxul, en el Petén guatemalteco, consigna distintas fechas que aluden a aniversarios, efemérides y jubileos de la creación del mundo, y una de ellas corresponde a 1 de marzo de 3591 d.C., lo que viene a confirmar la visión cíclica que los antiguos mayas tenían del tiempo.

Erik Velásquez puntualizó que la única profecía maya de la que se tiene conocimiento, es la que asentaron los mayas del siglo XVIII en el Chilam Balam de Ixil. Retomando una profecía babilónica, anunciada por el sabio Beroso en el siglo III a.C., los mayas anunciaron el fin del mundo para el año 1887 d.C. A ese vaticinio, “nadie le ha hecho caso y ésa sí es una profecía maya. La lección es: El mundo continuó, ¿por qué no tomamos esto como enseñanza?”.

El también historiador del arte explicó que la “profecía maya de 2012” se remonta a los años 70, cuando el escritor Frank Waters realizó un libro con base en una mezcolanza de creencias; una historia en la que el Monumento 6 de Tortuguero marca el supuesto fin de un Quinto Sol (que es un concepto mexica, no maya) y la llegada de una nueva humanidad o Sexto Sol.

Así inició toda una secuencia de literatura de la Nueva Era o New Age que ha crecido al paso de los años, generando grandes dividendos, y que satisface la necesidad de creer de mucha gente, pero que no tiene ningún sustento en los métodos de la investigación humanística ni académica, expresó.

Con base en los conocimientos del astrofísico Jesús Galindo, Erik Velásquez también echó por tierra distintas “profecías apocalípticas”, por ejemplo, aquella que menciona: El Sol recibirá un fuerte rayo sincronizador del centro de la galaxia, cambiará su polaridad y producirá una gigantesca llamarada radiante. Se alcanzará una rara alineación del Sol en el solsticio de invierno, centro galáctico de la Vía Láctea…

La respuesta de la astrofísica: Nuestro planeta posee un escudo magnético, llamado magnetosfera, que nos protege de emisiones solares. Una estrella no es un ser vivo, se trata de un sistema físico, cuya evolución cumple con las leyes que describe la materia y la energía. No se ha observado la actividad, sino apenas durante pocos siglos, lo que no permite predecir científicamente que los grandes máximos de actividad solar suceden cada 5,125 años (un ciclo de 13 b’aak’tuunes)… Por estas y muchas otras razones, concluyó Erik Velásquez: ¡Podemos dormir tranquilos!

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