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Carlos Fuentes, el autor que trastocó la literatura mexicana

El Discurso
Martes, 15 de Mayo de 2012

Debemos multiplicar las oportunidades para enseñar y conservar las artes, expreso Fuentes. Foto: Octavio Nava       ver galería

Carlos Fuentes afirmó alguna vez que la cultura y el arte nos indican que no sólo debemos conocer el mundo, sino además imaginarlo y que nuestra identidad como mexicanos surge del esfuerzo de conciliación de las culturas indígenas y europeas de las que provenimos, de la raza cósmica de José Vasconcelos y la América sin adjetivos de Simón Bolívar.

El escritor mexicano, fallecido este 15 de mayo en la ciudad de México, a la edad de 83 años, estuvo siempre convencido de que la cultura es el espejo de lo mejor que podemos ser y lo mucho que podemos dar.

“Debemos multiplicar las oportunidades para enseñar y conservar las artes. La mitad de la población de América Latina tiene sólo 20 años de edad o menos, somos un continente de jóvenes. No podemos crear leyes de orden social y político sin preguntarles a ellos”, afirmaba el escritor en una entrevista concedida al Conaculta.

Considerado uno de los pensadores más agudos y claros de nuestra nación, Carlos Fuentes y su obra trastocaron la literatura mexicana, que en opinión de los más reconocidos críticos, hasta antes de Al filo del Agua, de Agustín Yáñez, carecía de una novelística.

Escribir una novela es aprender a leer, decía William Faulkner, una frase que en el convencimiento de muchos parece describir la obra de Carlos Fuentes quien a través de las décadas mostró una realidad novelística surgida del advenimiento de nuestra historia como nación y los mitos de nuestra cultura.

En su extensa obra narrativa se cuentan los libros Los días enmascarados, 1954 ; La región más transparente, 1958; Las buenas conciencias 1959; Aura, 1962; La muerte de Artemio Cruz, 1962; Cantar de ciegos, 1964;Zona sagrada, 1967; Cambio de piel, 1967; Cumpleaños, 1969; La nueva novela hispanoamericana, 1969; El mundo de José Luis Cuevas, 1969; Todos los gatos son pardos, 1970; El tuerto es rey, 1970; Casa con dos puertas, 1970; Tiempo mexicano, 1971; Los reinos originario teatro hispano-mexicano, 1971; Cuerpos y ofrendas, 1972 y Terra Nostra, 1975.

También Cervantes o la crítica de la lectura, 1976; La cabeza de la hidra, 1978; Una familia lejana, 1980; Agua quemada, 1981; Orquídeas a la luz de la luna, 1982; Gringo Viejo, 1985; Cristóbal Nonato, 1987; Constancia y otras novelas para vírgenes,1990; Valiente mundo nuevo, 1990; La campaña, 1990; Ceremonias del alba, 1990;El espejo enterrado, 1992; El naranjo o los círculos del tiempo, 1993; Diana o la Cazadora Solitaria, 1996, entre otras.

En uno de sus últimos encuentros con los medios, el escritor afirmó que si tuviera un plan de vida sería escribir hasta la muerte. “Es lo que me gusta hacer, para mí no es un trabajo, es lo que disfruto y quisiera hacerlo hasta mis últimos días”.

Con respecto a su propia obra, comentó no tener un libro predilecto, pues a todos los considera como parte de su familia. “Qué puedo decir, mis libros son como mis hijos, los hay altos, tuertos, bajitos, otros son así y asado, no importa, todos son mis hijos”.

No obstante confesó que su cariño por el cine sí ha influenciado su narrativa. “Sin embargo soy muy malo escribiendo guiones de cine, por eso hago novela, la novela ha sobrevivido a todo, yo como novelista me digo, si tengo un lector, me basta. La novela, salvo Dickens, siempre ha sido para un número reducido de lectores y va a sobrevivir porque hay cosas que sólo se pueden decir en el mundo a través de este género”.

Observador, lúcido y certero de la realidad de las sociedades contemporáneas, Carlos Fuentes afirmó estar convencido de que en América Latina sabemos exactamente quiénes somos.

“La cuestión primordial es comenzar a movernos de la identidad adquirida a la diversidad por adquirir. La viabilidad democrática, la cultura y el futuro de nuestras naciones dependerán del esfuerzo de todos”.

No obstante, el escritor mencionaba que la pobreza que aqueja a muchos países de América Latina sigue siendo el vergonzoso pecado original de nuestras sociedades y aseguraba que la democracia al dar legitimidad de origen debe dar también legitimidad de ejercicio.

“La democracia significa también educación vitalicia, cuidado al anciano, derechos a la mujer, lucha contra la corrupción ¿por qué teniendo una continuidad cultural tenemos una política tan fracturada y economías tan frágiles?

En este sentido, el autor, quien ha menudo mostraba su preocupación sobre el porvenir de los jóvenes, no sólo en México sino en el resto del continente, afirmaba:

“Cientos de millones de jóvenes se preguntan sobre un mundo donde el 20 por ciento de la población consume el 86 por ciento de la producción; donde 200 mil millones de dólares al año se gastan en armamento y donde no hay para comprar vacunas e invertir en la educación. Un mundo donde la mitad de la población sobrevive con un promedio de dos dólares al año”.

Y agregaba: “Si existe un mundo creado por la humanidad también existe una humanidad creada por el mundo. El mundo tal y como es no basta, por el contrario, nos devasta. Los teóricos del fin de la historia están tratando de vendernos otra historia donde sólo nos queda divertirnos hasta la muerte, esto no puede representar el futuro”.

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